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miércoles, 26 de abril de 2017

Cuentos roncaleses: Un suletino en el cielo

Kintilin, un hombre de Zuberoa, fue a Isaba el último día de Semana Santa, y mientras paseaba por las calles del pueblo, escuchó a unos niños cantar anunciando las funciones religiosas, que decían “Las palomas blancas a la iglesia y las negras al infierno”. Sin saber como, Kintilin y sus amigos llegaron a la taberna en la que empezaron a beber. En casi todas las fiestas Kintilin terminaba igual, haciendo eses y más eses por barrancos y calles. Muchas veces de las que terminaba así, los mozos de Isaba y Uztarroz le habían propinado alguna paliza. Aquel día, Kintilin, pescó una muy robusta, y en el trayecto desde Isaba a Zuberoa, se puso a caminar por el borde de un precipicio, y con muy mala suerte cayó, y fue llevado a casa en muy mal estado. A los pocos días Kintilin murió. Cuando ya se encontraba a las puertas del cielo, se acordó de su muerte, de Zuberoa, el vino de Naparra y los txuntxunes, y se dió cuenta de que no podía entrar al cielo. Entonces decidió esperar la llegada de algún conocido, que se compadeciera de él, para así entrar con el. Uno de los criados que salió al exterior se sorprendió al ver ahí a su antiguo compañero, y decidió pasarlo a escondidas. Cuando el portero se enteró de que un zuberotarra había entrado, hizo todo lo que pudo para expulsarlo, pero todo lo que hizo falló, ya que el zuberotarra era muy astuto, y siempre conseguía escapar. Mientras estuvo allí, Kinkilin le robo al mismo San Pedro la bota de vino que tenía colgada de un clavo detrás de la puerta, y había conseguido bailar un txuntxun con los mozos y mozas de Isaba. Cuando un viejo de Erronkari que odiaba a los zeberotarras se enteró, se puso en las puertas del cielo anunciando que vendía vino de Naparra. Cuando Kinkilin lo oyó, fue corriendo para comprarle vino, y San Pedro mandó a dos ángeles que lo expulsaron del cielo. Cuando los ángeles llegaron, se acercaron a el y lo empujaron al abismo. Y mientras el zuberotarra caía, oía unos cánticos lejanos que decían “Las palomas blancas al cielo y las negras al infierno”.

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