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viernes, 12 de mayo de 2017

Cuentos Roncaleses: El Tártaro

Era una noche fría de invierno, y una gran figura humana cubierta de pelo y con un solo ojo en la frente se hallaba andando por los campos nevados, era el Tártaro. Mientras tanto, Txikilín se encontraba en su borda, la cual por desgracia el Tártaro vió, y decidió acercarse a ella. Cuando llegó, tocó la puerta, y cuando Txikilín le preguntó quién era, él le contestó que era un compañero que estaba buscando una lugar para pasar la noche. Cuando Txikilín abrió la puerta y lo vió a él, se quedó mudo del miedo, y el Tártaro le dijo que iba a matar a su mejor cordero, que se lo iba a asar, y servirlo con unas sopas de leche y vino, ya que a partir de entonces, tenía que obedecer todas sus órdenes, y cuando se terminaran los corderos, él sería su siguiente comida. Txikilín muy asustado hizo caso a todas sus órdenes, y cuando el Tártaro terminó de cenar, se colocó delante de la puerta, la única salida, para dormir, y asegurarse de que Txikilín no podía escapar. Cuando el Tártaro se quedó dormido, Txikilín empezó a buscar formas de escapar, y entonces vió el asador, largo como una espada, y se levantó sin hacer ningún ruido, lo metió entre las llamas del fuego hasta que se puso rojo, y se acercó sigilosamente al Tártaro, y cuando estuvo cerca de este, le clavó el asador en su único ojo. El Tártaro gritó de dolor, se levantó y abrió la puerta. Txikilín que era muy astuto, hizo pasar a las ovejas por debajo de las piernas del Tártaro, ya que era la única forma de salir. Se puso a cuatro patas en el suelo, cogió una piel de oveja y se la puso en la espalda. Cuando llegó donde estaba el Tártaro, este, se quedó con la piel de oveja en la mano, y Txikilín salió corriendo. El Tártaro, viendo que su preso se escapaba, le lanzó un anillo, y le dijo que se lo llevara para que cuando contara su hazaña, tuviera el anillo para demostrarlo. Txikilín cogió el anillo, y en cuanto se lo puso, este empezó a gritar llamando al Tártaro. El anillo seguía gritando, y cuanto más intentaba Txikilín quitarselo, más se aferraba a su dedo. Txikilín, desesperado, decidió cortarse el dedo con las tijeras de esquilar lana, y tirarlo a un pozo, desde donde seguía gritando. Al día siguiente, el Tártaro apareció ahogado en el pozo, y Txikilín volvió a su borda con un dedo menos, pero vivo.  

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